Cancerbero.


"Oh, señor, si te rindo culto
por miedo al infierno, hazme arder en él. Si te adoro por las esperanzas
en el paraíso, prohíbemelo. Y si te adoro por ti mismo, no me prives de
tu belleza eterna"
Oración del Islam sufí. (Rabi'a al-'Ada-wiyya de Basra, 713-801).


Sí el crecer y convertirse en gente más o menos lúcida radica, como se cree (como lo creo (como decido creer)) en tomar aquellas posturas, aquellas decisiones que sean más honestas (cercanas) con nuestra forma de pensar, con nuestras creencias, con nuestros motivos, con los más sinceros intereses en certidumbre con nuestra condición específica; y ya qué, como bien sabemos, ninguna de estas puede ser absoluta (es decir, no hay alguna que elimine al resto) podemos deducir que cualquier postura tendrá su reverso, su antitesis, su rival, su correspondiente contradicción. Y más aún, es probable que no sólo tenga una, sino varias, que se le enfrentarán y le plantarán cara (ojalá). La existencia humana se convierte entonces en un acto no desprovisto de cierta violencia, inherente, ineludible, constante. Es una lucha que empieza al nacer, al ser paridos; en ese momento en el cual por primera vez sentimos dolor, frío, hambre, cansancio, sufrimiento… y él cual, quizás por fortuna, todos olvidamos.

La actitud que escojamos ante esta violencia propia de la vida, nos definirá como personas y nos formará como los humanos que, de hecho, elegimos ser. ¿Es entonces que existe gente que desea ser pusilánime, cobarde, malparida, quejumbrosa, mediocre, traidora…? Diría que si. Aunque quizá sus opciones tampoco eran muchas. Sus razones tendrán y en general, no me interesan. Pero aquí advertiría que reconozco un verdadero tipo de pobreza en aquellos que tienen menos de donde echar mano para elegir. No me refiero a las condiciones pecuniarias, quizás habría que ser más claros y reescribir la frase anterior: reconozco como un verdadero tipo de pobreza en aquellos que no ven (no pueden, no saben) más opciones de donde echar mano para construirse a sí mismos. Aunque también sería inútil, torpe e inocente pretender que todas aquellas personas cuya condición humana nos parezca aberrante, reniegan de las máscaras que ellos mismos han elegido. En general puedo asegurar que todos aquellos personajes que interpreten con cabalidad y con congruencia el papel que se han construido a si mismos, me merecen un absoluto respeto. A la mayoría incluso los admiraré. No tengo ningún reparo en aceptarlo, sin olvidar desde luego, que este respeto no tiene porque conducirnos a simpatizar con sus creencias, que de antemano tacharé de absurdas. Hermosos personajes de lo absurdo y lo ridículo. Ahí también hay belleza, una que genera una estética del terror, de lo horroroso, de lo que nunca puede ser agradable, aunque produzca una belleza terriblemente inquietante y que de pronto la descubramos más horrible que el acto mismo que observábamos al principio. He ahí nuestros demonios, ahí nuestras debilidades, nuestra destrucción, nuestros verdaderos enemigos; conocerlas es evitar ser seducidos por ellos. Vivir quizá radica en salir insistentemente de esos lugares tan comunes como infernales.

El lector (bastante probable más inteligente que quien escribe estas lineas) advertirá que esas últimas sentencias no se aplica más que precisamente a quien escribe estas lineas. No simpatice con sus absurdos, elija los propios… ¿Pero de dónde sacar los propios? ¿ es entonces que sólo somos una colección de máscaras superpuestas una encima de la otra? ¿qué pasa si las quitamos todas? ¿hay alguien bajo todo eso? Algunos dicen que ahí esta Dios, yo creo que ahí no hay nada. Y sí alguien de verdad deseara quitárselas (sí es que eso es posible) , primero debería conocerlas perfectamente para que lo hiciere con cuidado. Que primero averigüe por donde le pasan los nudos; no vaya a ser que el improbable infeliz corte o se asfixie a si mismo al hacerlo. Yo no advierto la tragedia de ser esos personajes, esas máscaras, esas elecciones, esas decisiones, nuestras, pero también de nuestros padres y de nuestra sociedad y cultura. Esto considero que es aceptar la vida como lirismo. Somos personajes, patéticos, quebradizos, moldeables, como barro o como masa de maíz. Somos máscaras que nosotros mismos podemos refinar. Un físico y escritor (cuyo nombre convenientemente pero no ha propósito he olvidado) dice que el universo no está hecho de átomos, sino de historias. ¿Quiénes somos para contradecirlo?

Agregaré que los rostros que creamos no sólo nos dan máscaras, también nos dan escudos y espadas: In chimalli, In mācuahuitl, armas y defensas, más o menos vulnerables o eficaces; y como seres inteligentes que nos consideramos sabemos que, entre mas de estas tengamos, más valientes podemos ser. He aquí una postura para tomar lo violento implícito de la existencia humana. Darle la cara. Darle ambas mejillas diría el cristiano. Salir al ring (obvio con guantes y con protector dental) salir como el toro valiente al ruedo (obvio mejor con los cuernos bien afilados), salir a la guerra (con fusil, por favor), a la polémica con causa (del griego polemos, guerra). Algunos dirán ¿Lo haremos para salvar al mundo? otros más miopes dirán: “¡Los jóvenes ya no pueden salvar al mundo!”*, ¡Nada de eso! el mundo no necesita ser salvado, este se salva y se pierde todos los días por sí mismo y no nos requiere para cumplir sacramentalmente con esos ritos. Nosotros sólo queremos salir a jugar, a vivir con nuestros personajes que con tanto esmero se han hecho. Ese es el motivo y el fin. Que jugar sea nuestro pretexto tanto como nuestro texto y contexto. Ganar es el pretexto que los perdedores requieren para jugar. Lograr salvar el mundo es el pretexto que los pusilánimes necesitan para hacer lo que consideran correcto, que para colmo de males, casi siempre resulta ser lo incorrecto. Sí logramos ser el toro que cornea y mata al torero, ¡Enhorabuena! pero será circunstancial, en el fondo no es lo que importa. Sin embargo hay que estar preparados por sí acaso sucede ese imprevisto. Que no parezca casual. Que cuando llegue ese momento tengamos un Cancerbero leal y bien entrenado a nuestro lado mordiendo a nuestros enemigos. Mientrás nosotros les agradecemos sinceramente a estos últimos, la oportunidad que nos da su existencia, de construirnos la propia.




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